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sábado, 18 de junio de 2011

ES COMO VOLVER A VISITAR A REVERON

Napoleón Pisani Pardi


    La película Reverón, de Diego Rísquez, nos lleva de nuevo a visitar al artista en su casa-taller de Macuto. Y como dijo Miguel Angel Asturias en 1956 al referirse al documental de Margot Benacerraf sobre el pintor: “Nos hace convivir con Reverón, seguirlo en sus faenas, percibirlo en sus angustias, escucharlo monologar y dialogar, y verlo untar de sol y de paisaje sus ropas y cabellos suaves, y sus pupilas de cristal de roca, hondas, pobladas de sueños que la cámara no logró alcanzar”.
    Qué tantas gracias le podemos dar al realizador de esta película, que a través de la magia del cine nos transportó hacia otra magia: la vida y la obra de un gran creador venezolano, ejemplo de honradez, de talento, de coraje y de genio. Un artista nacional que nada le debe al arte de otros países. El impresionismo de Reverón es venezolano. Las formas, los colores, las luminosidades, la soltura gestual que utiliza durante el proceso de creación de su pintura, son invenciones suyas, como de él es su necesidad de crear una instalación que lo envuelva, lo proteja, y sea, además, un determinante y obsesivo espacio estético, tan ajustado a una forma de existencia muy próxima a la representación teatral.

 
    Y qué tantas gracias le podemos dar a los actores que, tan magistralmente, nos permitieron reencontrarnos con algunos queridos personajes que ellos interpretaron en esta película, donde vi a Eyidio niño, quien fue mi amigo. Eyidio Moscoso, pintor, y quien ya adulto empezó a escribir lo que recordaba del pintor y de su compañera. La Fundación Museo Armando Reverón publicó esos recuerdos bajo el título Reverón, amigo de un niño. Eyidio murió el 13 de mayo de 1996 en su casa del callejón de Macuto, frente al Castillete. Sus vecinos, que a diario visitaba, al notar su ausencia y percibir un fuerte olor, entraron a su casa y lo encontraron muerto. Se había quedado solo. Como sola se había quedado Juanita en el mismo momento del fallecimiento del artista. “Ya no me vienen a visitar los amigos de Armando”, me dijo ella en 1967. “Los amigos de Armando”. ¿Y de ella no eran amigos?. Bien, no haremos ningún comentario al respecto.
    Gio Ponti, el gran arquitecto italiano que visitó varias veces a Venezuela, conoció la obra del pintor en la casa de Armando Planchart como él mismo lo afirmó: “Donde Armando Planchart, protector de Reverón, vi la primera pintura reveroniana; él fue mi compañero en la emocionante visita a la casa de Reverón, que yo he ilustrado en DOMUS Nº 296. El cuadro que vi en la casa de Planchart me impresionó, pero no pregunté de qué escuela venía el pintor, sí quién era ese hombre. Ese pintor se me antoja como una especie de Quijote del pincel, transportado a las regiones alucinantes del Mar Caribe, respirando el vaho cálido que emana de las playas ardientes. El Castillete es un testimonio histórico, patético y dramático del pintor venezolano más grande de esta era”.


    Siete páginas, con excelentes fotografías de Grazziano Gasparini, y un croquis realizado por el mismo Gio Ponti, donde se puede apreciar la distribución de los diferentes espacios que existían en el Castillete, aparecieron en la revista DOMUS Nº 296, del mes de julio de 1954. Y en otro número (394) de DOMUS, al referirse a la casa de la familia Arreaza (hace años demolida) que estaba en el Country Club, Ponti declaró lo siguiente: “Estoy feliz porque La Diamantina tiene luz y sombra, porque su arquitectura es de espacios y no de volúmenes. Estoy feliz porque con ella encontré una vía para expresarme, porque pinté sus puertas, decoré y coloreé los techos, fabrique mi ventana decorativa y mi mobiliario, y colgué un hermoso Reverón, el pintor venezolano que tanto me gusta”.
    El pintor venezolano que tanto nos gusta, diríamos miles, quienes solicitamos la reconstrucción del Castillete y la intervención de su espacio anexo, que está en pie, y que es salvable. Existen tres documentales, el de Roberto Lucca, Edgar Anzola y el de Margot Benacerraf, así como una enorme cantidad de fotografías del Castillete, y además el croquis de Gio Ponti, que indudablemente servirían de guía para la reconstrucción de la casa-taller del pintor.
    Quizás ahora, luego del gran éxito de la exposición de Reverón en Nueva York, y del éxito, también, de esta película de Diego Rísquez, que ha despertado un enorme interés entre el público nacional y el de otros países, el Estado venezolano entienda que la reconstrucción del Castillete es una necesidad cultural. ”El Castillete –como lo dijo Gio Ponti– es un testimonio histórico, patético y dramático del pintor venezolano más grande de esta era”.
    Las gracias más cálidas, más auténticas, más conmovidas, al realizador de la película Reverón, a los actores y actrices, y a todo el equipo técnico, que nos permitieron volver a Reverón y a Juanita, a su mundo extraordinario, a su modo de ver la vida, a su modo de vivirla en conjunción con la naturaleza, con el arte y el amor.

GRACIAS.