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sábado, 7 de enero de 2012

EL VERDADERO REVERON, SEGUN LUIS RAWLINSON

Napoleón Pisani Pardi


    Esta entrevista al pintor Luis Rawlinson, ya fallecido, se llevó a cabo en Macuto en 1977, y fue publicada en el Suplemento Cultural del diario Últimas Noticias, el día domingo 5 de junio de ese mismo año.

    Luis Rawlinson es un pintor que nació en Cumaná en 1922 y el Director del Taller de Arte Armando Reverón situado en Macuto.
    “En el año 1942 – nos dice Rawlinson –, cuando yo era estudiante en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas, conocí a Reverón. El era un hombre culto, pero sumamente introvertido. Si Armando averiguaba que también uno era artista, entonces conversaba amenamente. Cuando me casé, pocos años después de haber egresado de la Escuela, llevé a mi esposa al Castillete y Reverón, viéndola embarazada, dijo: ¡Qué barriga tan bonita!, y la colocó para que posara y la dibujó en carboncillo… Yo no le pedí ese cuadro, ni ninguno otro. A veces veía cómo la gente de Caracas lo saqueaba, llevándole las obras o comprándoselas súper baratas. Yo no quise nunca tener en mi conciencia el haber robado o estafado a quien tenía como amigo, o haberme aprovechado de su bondad.
    En 1949 Luis Rawlinson, en compañía de varios artistas, funda el Taller Libre de Arte del Litoral. En ese mismo año se organiza una exposición de los trabajos de sus integrantes y de las obras de algunos de los componentes del Taller Libre de Arte de Caracas. Esa exhibición se llevó a cabo con un carácter benéfico: “El Comité Pro-Auxilio a los Damnificados del Ecuador del Departamento Vargas, hace llegar su más sentido mensaje de gratitud al llamado que hiciera eco en todas aquellas personas que prestaron su aporte artístico en esta primera exposición de artes plásticas que, con carácter benéfico, se realiza en estos Salones, y a todos esos dinámicos y optimistas muchachos que con todo empeño y ahínco se dieron a la ardua y difícil tarea de su organización; y que hoy día, ya una realidad, se agrupan, trabajan, discuten y luchan en silencio hacía una vida mejor, intensa y más facunda con el nombre sonoro de: Taller Libre de Arte del Litoral”.


    A la lucha de Rawlinson se debe la restauración del Castillete de Las Quince Letras, el cual se inauguró, convertido en Museo Armando Reverón, el 16 de junio de 1974. Luis siempre ha mantenido una actitud en favor de la divulgación de la vida y la obra de este insigne maestro de la pintura venezolana. Ese comportamiento lo ha llevado a convertirse en una de las figuras que mejor conoce los trabajos del pintor, que, como dijera Juan Liscano, “proyectó las imágenes de su interioridad sobre el mundo”. Por este motivo, por ser un perito o avezado reveroniano, en cierta oportunidad un coleccionista le llevó a su casa una carpeta repleta de dibujos de Reverón para que los examinara. Al terminar de verlos, Rawlinson le dijo al dueño de aquellos dibujos que él dudaba de la autenticidad de los mismos, pero, que para estar más seguro de su fallo, se los llevaría a Hans Neuman, a Pedro Angel González, a Miguel Arroyo y Alfredo Boulton, para que ellos, expertos en todo los relacionado con el que hacer plástico, dieran, también, su veredicto. Finalizada la inspección de aquellos dibujos, los personajes mencionados llegaron a la conclusión de que eran falsos…
    “A Reverón – dice Rawlinson – lo han falsificado y plagiado muchos artistas inescrupulosos, le han inventado historias absurdas, y hasta le han cambiado la fecha de su nacimiento. En el Cementerio General del Sur, donde reposan sus restos, está errada la inscripción de su lápida que indica el día y el mes en que nació. Allí dice: “El pintor Armando Reverón nació en Caracas el 12 de junio de 1889 y murió el 18 de septiembre de 1954”. Cuando en realidad, la fecha de su natalicio es el 10 de mayo de ese año. Los Organismos del Estado, a los cuales les compete este tipo de cosas, deberían de intervenir para corregir ese desacierto tan lamentable. De Armando se ha dicho que era un hombre primitivo e inculto. Nada más disparatado, y acomodaticio. Reverón fue un artista que provenía de una familia de muy buena posición social, un individuo que estudió, no sólo en la Academia de Bellas Artes de caracas, sino, también, en la Escuela de Artes y Oficios y Bellas Artes de Barcelona, y en la Academia de San Fernando de Madrid, España. Así que esas aseveraciones nada tienen que ver con la verdad”.

Lápida de la tumba de Armando Reverón, en el Cementerio General del
Sur, donde se ve que ya han corregido el error de la fecha de nacimiento
del artista. Foto cortesía del pintor Luis Acosta Cáceres.

    Luis Rawlinson es un ser que posee muchas anécdotas sobre la vida de Armando Reverón, una de ellas, la cual retrata fielmente el temperamento del artista, es la siguiente: “Una vez se presentaron unas señoritas que venían de Caracas al Castillete. Reverón, que era gran aficionado al teatro, les hizo algunas escenas muy graciosas y mordaces junto con su mono Pancho. A este animal lo vistió de torero, y él, haciendo de toro, jugaron largo rato a la fiesta brava. Luego disfrazó a pancho de pintor y le dio unos pinceles para que realizara un cuadro abstracto, cuando el mono terminó de trabajar, Reverón aplaudió y gritó eufóricamente, después recogió los pinceles, guardó la tela y se sentó a conversar con las visitas. Una de estas señoritas le dijo: Armando nosotras venimos de Caracas a verte pintar. A lo que contestó irónicamente el genial habitante del Castillete: ¡Guá! ¿Y ustedes no venían a ver pintar a un mono?”.


    Y disfrutando de esta buena anécdota que nos contara Luis Rawlinson, nos alejamos de su taller de Macuto, de su presencia grata y avasallante. Llevándonos su imagen de profeta: Cabellera larga y barba abundante, blancas, como eran las del propio Armando Reverón.

REVERON Y SUS DUENDES DIABOLICOS

Napoleón Pisani Pardi


    El primero de enero de 1978, publicamos un largo artículo en la revista ELITE, del cual tomaremos partes de su contenido. De esta manera, el blog continúa con la necesaria tarea de divulgar, con el mayor respeto a la verdad histórica, y de manera sencilla, parte de la vida y la obra del gran artista venezolano Armando Reverón.

    Con una exposición titulada La Luz en la obra de Reverón. El Museo de Arte Contemporáneo de Caracas está celebrando la ampliación de sus numerosas actividades. Esta exposición, la cual reúne los tres períodos plásticos del artista: el azul, el blanco y el sepia, en los cuales el pintor manifestó su tan personal manera de expresar el paisaje de nuestro litoral central, es una de las más importantes que se la han organizado al otrora habitante del Castillete de Las Quince Letras.
    Esta nueva etapa del Museo de Arte Contemporáneo ha sido posible gracias a una feliz idea del Dr. Guillermo Antonini, Presidente de CADAFE, el cual se dirigió a la señora Sofía Imber de Rangel, Directora del Museo acabado de mencionar, para pedirle su colaboración en la coordinación de las actividades de esta sala de exposiciones. Este ejemplo se sensatez por parte del Presidente de esta empresa nacional de energía eléctrica, debería ser imitado por algunas instituciones, privadas y oficiales, que tienen sus galerías de arte, con el fin de evitar el deprimente espectáculo de las exhibiciones artísticas, de pésima calidad, que frecuentemente organizan. Estas galerías promiscuas, que en nada contribuyen para la buena difusión de las artes plásticas, sino que, por el contrario, sólo sirven para promover lo peor y lo más cursi que realizan algunas personas que tratan de pasar como artistas. Es una verdadera lástima que estas empresas estén desperdiciando, tiempo y dinero, manteniendo a estas “galerías de arte” que en nada cooperan para incrementar y solidificar la cultura en el país.


    El Instituto Nacional de Hipódromos, el INCE, el Banco Nacional de Descuento, la CANTV y SEARS de Venezuela, para mencionar una pequeña parte de las instituciones particulares y oficiales que poseen sus salas de exposiciones, deberían solicitar la ayuda y el asesoramiento de la Galería de Arte Nacional, del Museo de Bellas Artes o del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, para de esta forma mejorar las programaciones de sus actividades culturales. Y podemos asegurarles que así contribuirán a fortalecer el ambiente del arte y la cultura nacional, y, también, a mejorar sus respectivas imágenes institucionales.
    Armando Reverón, el pintor más auténtico y extraordinario que ha dado la historia de las artes plásticas en Venezuela, y al que actualmente se le rinde homenaje al inaugurar una buena galería con una exposición se sus obras, fue un hombre sobre quien la leyenda ha tejido innumerables historias. Ningún personaje más tentador para fabricarle toda clase de fábulas, que en realidad tienen menos atractivo que su vida real. Pueda que el propio Reverón haya sido el principal propiciador para que se crearan tantas especulaciones en torno a su figura. No es de extrañar que ese constructor de un mundo tan particular y extravagante como el suyo, se hubiera deleitado con el estupor y el asombro que producía en los demás sus excentricidades, sus grandes capacidades histriónicas, y esa delirante y maravillosa escenografía que ocupaba todos los espacios de su casa-taller.
    Frente a los turistas, nacionales y extranjeros, que solían visitar el Castillete, Reverón hacía el papel del pintor salvaje junto con sus monos y su inseparable Juanita. Para él, aquella farsa era una forma de diversión, una manera de burlarse de la mentalidad de aquellos ingenuos buscadores de un Gauguin sudamericano por las playas cercanas a Caracas.
    “Armando Reverón era un genio – así lo dijo el escritor Guillermo Meneses –. Su trabajo hizo avanzar la pintura venezolana hasta los terrenos de la más pura autenticidad. Dentro del grupo de los que junto con él iniciaron la juventud, su paso personal fue de guía y en un gesto llevó hasta el límite máximo la demostración de lo que en verdad es la pintura cuando se la ejerce como trascendental afirmación del hombre”.


    Cuando a Reverón lo fueron a buscar Manuel Cabré y Armando Planchart, para llevarlo al Sanatorio San Jorge, él se despidió de Juanita con estas palabras: “Juanita, este rancho es tuyo, me casé contigo porque quiero que todo esto te quede a ti. Pon el rancho de pies a cabeza, si así lo deseas. No te preocupes por mí. Yo creo que no voy a volver más”. Con estos términos se alejó Reverón de su Juanita y de su fortaleza de Las Quince Letras, en donde el artista logró producir lo mejor de su arte, y producir, también, los diabólicos duendes que poco a poco le fueron robando la razón.
    Un poco antes de finalizar el año setenta y siete, un incendio consumió una parte del Castillete de Macuto, parte de ese mundo mágico que Reverón construyera como una especie de escenografía para ser utilizada en la representación de una obra de teatro sin final. Muchas de esas piezas maravillosas se perdieron en ese accidente desastroso. Puede que hayan sido los mismos diabólicos duendes que le quebraran la razón al solitario de Macuto, y los que también le impidieron a Juanita, muerta hace pocos años, que viera convertido en Museo al Castillete donde ella, junto al pintor, vivieron, se amaron, se compenetraron y crearon un mundo extraordinario y amoldado a sus particularísimas necesidades espirituales.