Napoleón Pisani Pardi
Foto: Napoleón Pisani
El caney del castillete. |
En una época sumamente oscura en el país, Reverón inicia una obra deslumbrante, limpia, única, extraordinaria, y sin embargo desestimada por sus contemporáneos en Venezuela.
El próximo 10 de mayo se cumplirán 123 años del nacimiento de Armando Reverón, “quien se ha peleado con el suelo de guijarros y arenas, Juanita con molestos visitantes, y él, como un barón rampante con lianas, trapos y hojas del deshecho, se ha construido un nido en las alturas, desde la cual sueña la sanidad universal”. [1] Ese era el caney del castillete, donde el artista tenía sus muñecas de trapo colgando de esa altura donde no llegaban la maledicencia, la envidia y la estupidez terrenales.
Reverón, al acecho, en la parte alta del caney. |
Un año antes de nacer Reverón, Paul Gauguin, allá en Pont-Aven, le escribió una carta a Emilio Bernard donde le predijo que “el futuro está a favor de los pintores de los trópicos, porque éstos todavía no han sido pintados”. Pero, en el caso de Venezuela, fueron los artistas extranjeros quienes, maravillados por la exuberancia de la naturaleza del país, se dedicaron por primera vez a retratar en sus lienzos los lugares más hermosos de nuestra geografía.
Luego, en las postrimerías del siglo XIX, los artistas venezolanos también comenzarían a interesarse por “el paisaje crepuscular de fin de un siglo”, y el cual sería retomado, con más fuerza, con más convicción y personalidad, por los jóvenes que integraron el Círculo de Bellas Artes, que ya sabían del impresionismo francés, y habían visto en Caracas las pinturas de Samys Mützner y de Nicolás Ferdinandov, y poco después, las de Emilio Boggio, quien pinta en esta ciudad una obra titulada Los Samanes, la primera pintura impresionista realizada en el país.
Estos tres creadores tuvieron mucha influencia entre los jóvenes del Círculo, sobre todo en uno de ellos: Armando Reverón. Ahora situado más allá de todas las alturas con las que sueña la sanidad universal. Ahora, a 123 años de su nacimiento, su encantamiento se prodiga en esa luz, en esa incandescencia premonitoria de sus obras. Esa luz, hoy, está más allá de una intención estética, se acerca más a lo ético, a la realidad de un país enceguecido por la ira y la impiedad.
En una época sumamente oscura en el país, Reverón inicia una obra deslumbrante, limpia, única, extraordinaria, y sin embargo desestimada por sus contemporáneos en Venezuela.
Croquis del castillete, realizado por el arquitecto italiano Gio Ponti, en 1954. |
Más adelante, Gio Ponti y Gaston Diehl, se dieron cuenta de la genialidad del artista. “El pintor venezolano más grande de esta era”, dijo Ponti. “Una respetable autoridad”, lo llamó Diehl. En 1954 el arquitecto italiano Gio Ponti publicó un excelente artículo de siete páginas en su revista DOMUS Nº 296, ilustrado con buenas fotografías de Grazziano Gasparini, además de un croquis, realizado por el arquitecto Ponti, donde se mostraba todos los espacios que tenía la casa-taller de Reverón. En cuanto al crítico de arte francés, Gaston Diehl, fue él quien motivo a Margot Benacerraf para que le hiciera una película documental al pintor.
La cineasta, Margot Benacerraf. |
Es cierto que algunos venezolanos apreciaron, a medias, la obra de Reverón, pero lo anecdótico, lo extravagante, lo banal, acerca de la vida de este gran creador, fue, y sigue siendo, lo que más le interesa saber al común de la gente, y, desafortunadamente, a cierto sector de la sociedad aparentemente culto. Sólo una minoría sabe que la obra total de Reverón se caracteriza por una coherencia sólida, que sus objetos son una opción estética que de manera magnífica se relacionan con sus dibujos, con sus pinturas, con su hábitat de piedras, lo que demuestra que el artista fue siempre lúcido y seguro al momento de llevar a cabo su obra de gran valor artístico, de gran valor universal.
Ahora celebramos el 123 aniversario del nacimiento de Armando Reverón, quien murió hace ya 58 años. Y debo decir que cada vez su figura y su obra se agigantan ante nuestros ojos, ante esta patética realidad que espera ser redimida para siempre a través de su ejemplo y de su luz. Amén.
El pintor, Miguel Von Dangel. Foto: Napoleón Pisani. |
[1] Miguel Von Dangel. El Pensamiento de la Imagen y otros Ensayos. Epsilon Libros, S.R.L. Caracas, 1997.