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viernes, 14 de octubre de 2011

UN HOTEL PARA ANULAR EL MUSEO REVERON

Napoleón Pisani Pardi

Maquinaria trabajando en el acondicionamiento del terreno
donde se construirá el edificio.

    El día sábado 22 de abril de 1978, publicamos un artículo en el Suplemento Cultural del diario Ultimas Noticias, bajo el título de Un hotel para anular el Museo Reverón, donde expresábamos nuestro malestar acerca de la construcción de un gran edificio en la entrada del callejón que da hacia donde se encontraba el Castillete de Armando Reverón. En ese espacio había una hermosa y espaciosa casa de finales del siglo XIX, que Diego Arria le había prometido conservar, a los vecinos de Las Quince Letras, para convertirla en Centro Cultural.
    Luego de publicado ese artículo en Ultimas Noticias, pudimos recabar más de mil ochocientas firmas entre los habitantes de Macuto, Maiquetía y La Guaira, para tratar de paralizar los trabajos de acondicionamiento del terreno para la construcción del edificio. Todas esas firmas, colocadas al final de un texto donde se exponía las razones del desacuerdo de la comunidad acerca de la construcción de aquel edificio, se las entregamos al periodista José Abinadé, director, para entonces, del Suplemento Cultural. El publicó parte de aquellas firmas en el diario Ultimas Noticias, haciendo la aclaratoria de que habían muchas más firmas en reserva.


    En ningún momento pensamos que estas líneas puedan servir para echar atrás la edificación monstruosa que servirá para anular el Museo Reverón. Ya todo está conforme y dentro de los reglamentos previstos en la ley. Las máquinas y los obreros han comenzado a acondicionar el terreno en donde crecerá la mole de concreto, el centro turístico del litoral central, el albergue para los miles de visitantes al país que no conocerán, pues no han venido para eso, a la casa de piedra de Las Quince Letras. A través de estas cuartillas sólo pretendemos drenar nuestra aflicción y nuestra cólera, por ese otro atentado contra la cultura nacional.
    En la Gaceta Municipal de fecha 8 de octubre de 1964, diez años antes de la inauguración del Museo Nacional Armando Reverón, dice, en el artículo 2, lo siguiente: “Se acuerda cumplir los trámites necesarios para la adquisición del referido inmueble, y de los que fueran necesarios para ampliar la sede del Museo”. Tomando en consideración este artículo aparecido en esa Gaceta, el actual director del Museo Reverón, el arquitecto José Luis Garrido, realizó un plan de actividades del Museo, del cual tomaremos algunos párrafos: “El Museo Reverón de La Guaira tiene una gran importancia para el resguardo de la memoria cultural del venezolano, en la medida en que está ubicado en la casa construida por el maestro Reverón, y donde desarrolló una de las etapas más fructífera de su trabajo creador. Sin embargo, esta casa no ha sido hasta ahora administrada con criterio de difusión cultural, ni de centro educativo en relación a la obra de Reverón. Ha privado, hasta ahora, un puro criterio conservacionista de los útiles, objetos y muebles, utilizados por el pintor. Nuestro proyecto de actividades se orientará básicamente a convertir ese espacio histórico en un verdadero centro de animación cultural. Adquisición por compra o arrendamiento de casa o local en la zona adyacente al Museo Reverón para cumplir con los siguientes objetivos:

a)    Creación de espacio de oficinas.
b)    Creación de espacios para salas de exposiciones.
c)    Creación de espacio para depósito de obras de arte.
d)    Creación de espacio cultural para actividades múltiples:
        conferencias, conciertos, teatro, cine y taller de plástica”.

Un aspecto del Caney, donde se puede apreciar su deterioro.

    Indudablemente que todas estas excelentes intenciones ahora no pueden hacerse realidad, puesto que el único espacio disponible ya fue tomado por los dueños del hotel en construcción, quienes, suponemos, pensaran lo bueno que sería convertir en discoteca o en “night club” la casa de ese viejo loco que se llamaba Armando Reverón.
    Desde el mismo instante de su creación, este Museo ha tenido una suerte fatal, pareciera que los diabólicos duendes que le arrebataron la razón al antiguo habitante del Castillete, continuaran rondando cada parte del mundo fabuloso que nos dejara Reverón. Durante los cuatro años y medio que permaneció Alirio Oramas, el director fundador del Museo, al frente de esta institución cultural, no encontró el apoyo suficiente del INCIBA, ahora CONAC, para llevar a cabo una mejor organización y proyección de este lugar tan venerado por todos los reveronianos del país. En unas declaraciones que recientemente diera Oramas a la prensa, dijo lo siguiente: “El proyecto original contemplaba conservar el ambiente del taller del genial pintor, pero con la condición de tener un edificio anexo, preparado como un auténtico museo moderno, es decir, con todos los adelantos técnicos y artísticos para que sirviera de sala de exposición permanente de las obras de Reverón, pues, claro está, no puede existir un museo sin pinturas. Terminado ese edificio, los cuadros y demás obras del fallecido pintor, nos vendrían del Bellas Artes y de colecciones particulares, pero nada de eso se logró. El edificio jamás fue construido y el Museo Nacional Armando Reverón, no pasó de ser una simple idea barajada por algunos entre whisky y whisky en cocteles propiciatorios para la charla inconsistente y cursi”.
    Como si no fuera suficiente estas desatenciones por parte de los organismos culturales del país, los cuales están en la obligación de cuidar y promover los valores que integran el patrimonio artístico de la nación, un incendio, ocurrido el 31 de diciembre del año pasado, destruye una parte del Castillete de Macuto. El fuego, la rapiña, la desidia, la burocracia y la demagogia, son, también, enemigos del viejo maestro de la luz. Todos estos elementos negativos han impedido que se lleve a cabo una programación que sirva para resguardar y proyectar, adecuadamente, la obra del mejor artista plástico que ha dado nuestra historia: Reverón, quien con sus manos, buenas para crear los objetos más extraordinarios y hermosos, y buenas para ejercer los oficios más rudimentarios y pesados, construyó su fortaleza frente al mar, para allí trabajar y albergar su obra portentosa.


    El próximo 10 de mayo se cumplen 89 años del nacimiento de Armando Reverón, una buena oportunidad para celebrar, con gran alegría y devoción, esta fecha tan significativa para el arte nacional. Un motivo excelente para ir a visitar las ruinas del Museo de Las Quince Letras, y para ir a contemplar, con verdadero beneplácito, el movimiento de tierra que hacen los tractores en el terreno donde se construirá el famoso hotel que, en honor al pintor, debería llevar su nombre. Los primeros “chicharrones” en ir a celebrar tan magna fecha en Macuto, serán: Diego Arria, el cual les prometió a los vecinos del Museo, convertir en Centro Cultural la casa que fue demolida, y que estaba en el lugar donde ahora se acondiciona el terreno para construir el hotel; Luis García Morales, con su grupo de ejecutivos de la cultura, quien dirá unas bellísimas palabras sobre la vida y la obra de Reverón; Alirio Oramas y José Luis Garrido, echando cada uno el cuento acerca de sus desafortunadas experiencias como directores del Museo; el Prefecto del Departamento Vargas, explicándole a los presentes que el desarrollo de la economía hotelera, en el litoral central, es de fundamental importancia para el intercambio artístico con otros países; el Gobernador Manuel Mantilla, informándole a los periodistas que para el año 1985, estará terminado un enorme complejo turístico en Naiguatá, que se llamará Juanita Reverón, en honor, por supuesto, de la abnegada compañera del pintor ya fallecido. Sí señor, el 10 de mayo estaremos en Macuto todos los que nos preocupamos por el acontecer artístico de Venezuela, como un sólido y vigoroso bloque humano, para rendirle culto a la memoria del solitario habitante de la casa de piedra, al maestro, sin rival, de la luz tropical, al mago genial de la forma y el color, al zurdo maravilloso que creaba como Dios, etc., etc., etc., quien, en compañía de Juanita y del mono Pancho, estarán, con sus presencias transparentes, ese día en el Castillete de Macuto, para sonreír, con ironía, al contemplar la manera de poner a funcionar, una vez más, la eficaz maquinaria de la principal institución cultural del Estado.

domingo, 18 de septiembre de 2011

GIO PONTI, ARMANDO REVERON Y CRISTINA GOMEZ

Napoleón Pisani Pardi


    Tres personajes que, por distintos hechos, razones y casualidades, se relacionan entre sí.

    El libro titulado: Cristina Gómez, maracayera, escrito por Germán Fleitas Núñez, y patrocinado por la Gobernación del Estado Aragua en el año 2003, es una publicación parecida a un álbum familiar, con muchísimas fotos, anécdotas, postales, y donde, además, hay dibujos, pinturas, poemas, pensamientos, partituras, y otras obras de arte, obsequiadas y autografiadas por sus autores, a esta hija del general Juan Vicente Gómez.
    Obras de Tito Salas, ALFA, Leoncio Martínez (Leo), Francisco Narváez, Tomás Golding, Pedro Elías Gutiérrez, Rafael Monasterios, Moisés Moleiro, Gregorio García, Berta Singerman, Mangoré, Eloy G. González, Antonio Muñoz Tebar, Raúl Santana, Chicharro Gamo, Eduardo Francis, Manuel Cabré, Armando Reverón, y otros más, ilustran este interesante libro, donde se narran, también, algunos episodios de la cotidianidad social, y de la historia contemporánea del país, que, de manera descarnada, retratan los aspectos menos favorecedores de la condición humana de ciertos personajes de la sociedad venezolana.
    Ahora bien, en este blog hemos publicado varios trabajos sobre Armando Reverón, como también hemos publicado una caricatura del poeta Domínguez Rivodó, realizada por Reverón, una faceta muy poco conocida del pintor, que nos pareció interesante y necesario dar a conocer. Como ahora hacemos con el dibujo que Reverón le obsequiara a la hija de Gómez en 1931, el cual aparece en el libro ya mencionado, de edición y circulación limitadas, desafortunadamente, pues es una publicación que tiene un contenido sumamente interesante, y merece, por lo tanto, una mayor divulgación. 

Croquis del Castillete, realizado por el arquitecto italiano
Gio Ponti, en 1954.

    Asimismo, y por ser poco publicitado, insertamos en este pequeño texto, el croquis realizado por el arquitecto italiano Gio Ponti en 1954, donde él señala todos los espacios que tenía el Castillete de Macuto, y que junto con algunas fotografías de Grazziano Gasparini, y un magnífico escrito acerca de Reverón, Ponti publica en la revista DOMUS Nº 296, en julio del mismo año. Menos de dos meses antes de morir el pintor.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

UNA CARICATURA DE DOMINGUEZ RIVODO, REALIZADA POR ARMANDO REVERON

Napoleón Pisani Pardi

 

    Carlos Alberto Domínguez Rivodó, nació en La Guaira el 1º de septiembre de 1900, y murió en Caracas en mayo de 1961. A comienzo de los años veinte,  publica sus primeros poemas en el diario El Universal, y luego en los periódicos El Nuevo Diario, El Heraldo, Ahora, La Esfera y La Religión. También publica sus poemas en las revistas Elite, Billiken, Páginas, y otras más.
    En 1998, y a manera de homenaje, sus hijos María Antonieta Domínguez de Capriles y Carlos Domínguez de Veer, le publican una obra póstuma, bajo el título de El Minuto de Oro, que contiene más de cien poemas, y donde en la portada del libro aparece una caricatura suya realizada por el pintor Armando Reverón, quien fue su amigo.
    En el Prólogo del libro El Minuto de Oro, de Domínguez Rivodó, su hijo Carlos dice lo siguiente: “El don de la poesía le vino a mi padre por herencia, por los Rivodó: Ermelindo Rivodó, su abuelo, fue notable poeta y escritor guaireño al igual que su hermano Baldomero Rivodó, que fue también célebre filólogo, colaboradores ambos de El Cojo Ilustrado. También su tío Enrique Rivodó, quien fuera el viejo y recordado Cronista de la Guaira”.
    Con este pequeño texto acerca del libro El Minuto de Oro de Domínguez Rivodó, tratamos de dar a conocer esta excelente obra póstuma del poeta, así, como también, otra faceta muy poco conocida de Armando Reverón: la de caricaturista.

martes, 23 de agosto de 2011

LA OBRA DE ARMANDO REVERON

Napoleón Pisani Pardi

    Reverón fue un precursor del Pot-Art y del Arte Povera, mucho antes de que hicieran su aparición estos movimientos de vanguardia en otros países.











    Entre 1918 y 1923, Reverón  lleva a cabo una obra en la que predominan los tonos azules, La Cueva, pintada en Caracas, es la obra más característica de aquel período. La Trinitaria, Figura bajo un Uvero, Procesión de la Virgen en El Valle y Fiesta en Caraballeda, son otros trabajos que pertenecen al Período Azul, y en las que se pueden apreciar ciertas influencias de los pintores Samys Mützner, Emilio Boggio y Nicolás Ferdinandov. 
    Este Período Azul llegó a su fin, cuando la luz del litoral central modifica su visión del paisaje, y empieza a realizar la obra más significativa y personal de la plástica nacional, la que se conoce como su Período Blanco, donde él descubre que la fuerza de nuestra luz tropical disuelve las formas del paisaje en una atmósfera desprovista de las potencias estéticas del color.

La Enramada.

Uveros.


 








La Cueva.

Los Baños de Macuto.


   








    Reverón llegó a esa conclusión, única y universal, allá en Macuto, dentro de su Castillete cercano a Las Quince Letras, donde realizó un trabajo que se manifestaba al ritmo de sus necesidades anímicas, y que algunas veces lo inducían a ser impresionista, expresionista, gestual, y a reivindicar al objeto de uso utilitario, en el acto maravilloso de convertirlo en pieza de arte, como más tarde lo hicieron algunos artistas estadounidenses. Así que Reverón fue un precursor del Pot-Art, porque esos objetos, que ocupaban un espacio esencial en aquella instalación que crecía, que era viva, donde existía una gran unidad en esa extraordinaria arquitectura de piedra, son verdaderas obras de arte, tan valiosas como sus dibujos y sus pinturas, y no simples objetos que adornaban la casa-taller del artista. Esas piezas son una opción estética, son trascendentes y extremadamente hermosas y necesarias dentro de aquel lugar que era una inagotable fuente de inspiración y sabiduría.
    Y esa fuente de inspiración y sabiduría lo llevó a ser precursor, también, del Arte Povera, pues utilizó en sus creaciones una serie de elementos encontrados en los desechos de la naturaleza, y hasta en la basura, “donde sale también la luz” como se lo dijo al periodista Oscar Yanes, pocos meses antes de morir.
    Al final del año 37 comienza a suceder un cambio en su pintura, se inicia el Período Sepia. Las telas de esa época, que eran usadas para ensacar café, eran las que Reverón prefería utilizar para crear. Muchas veces esas telas no fueron cubiertas totalmente con la mezcla que usualmente se le aplica a ese tipo de soportes para hacerlas aptas para pintar. Debido a esa “imperfecta” preparación, aparecían espacios ocres en aquellas telas de coleto, que Reverón usaba como un color más en las elaboraciones de esa época, como en La Maja Criolla, Gran Desnudo Acostado, La Dama de la Mantilla y El Playón.  

Desnudo Acostado.
Autorretrato.












    El papel de envolver, o papel de estraza, también fue empleado por el artista durante el Período Sepia. Ese soporte, muy fácil de obtener, lo trabajó con las técnicas del temple y el gouache, sin importarle la fragilidad, lo perecedero de ese material elegido para hacer los espléndidos retratos de Juanita, de sus vecinas, de sus muñecas, como también para trabajar el paisaje de la costa y de los galpones del puerto de La Guaira, donde, en una de aquellas elaboraciones, hay un tren que se diluye en una monocromía de ocres, de óxidos, de tierra tostada por el fuego del sol tropical.

Paisaje con Locomotora.

    La obra total de Reverón se caracteriza por una coherencia sólida, y suficientemente  diáfana para hacernos entender que en sus dibujos, en sus pinturas, y en sus objetos, que son una opción estética, existe un orden riguroso, sobrio y magnífico, y que demuestran que el artista fue siempre lúcido y seguro al momento de llevar a cabo su obra de gran valor artístico, de gran valor universal.

sábado, 18 de junio de 2011

ES COMO VOLVER A VISITAR A REVERON

Napoleón Pisani Pardi


    La película Reverón, de Diego Rísquez, nos lleva de nuevo a visitar al artista en su casa-taller de Macuto. Y como dijo Miguel Angel Asturias en 1956 al referirse al documental de Margot Benacerraf sobre el pintor: “Nos hace convivir con Reverón, seguirlo en sus faenas, percibirlo en sus angustias, escucharlo monologar y dialogar, y verlo untar de sol y de paisaje sus ropas y cabellos suaves, y sus pupilas de cristal de roca, hondas, pobladas de sueños que la cámara no logró alcanzar”.
    Qué tantas gracias le podemos dar al realizador de esta película, que a través de la magia del cine nos transportó hacia otra magia: la vida y la obra de un gran creador venezolano, ejemplo de honradez, de talento, de coraje y de genio. Un artista nacional que nada le debe al arte de otros países. El impresionismo de Reverón es venezolano. Las formas, los colores, las luminosidades, la soltura gestual que utiliza durante el proceso de creación de su pintura, son invenciones suyas, como de él es su necesidad de crear una instalación que lo envuelva, lo proteja, y sea, además, un determinante y obsesivo espacio estético, tan ajustado a una forma de existencia muy próxima a la representación teatral.

 
    Y qué tantas gracias le podemos dar a los actores que, tan magistralmente, nos permitieron reencontrarnos con algunos queridos personajes que ellos interpretaron en esta película, donde vi a Eyidio niño, quien fue mi amigo. Eyidio Moscoso, pintor, y quien ya adulto empezó a escribir lo que recordaba del pintor y de su compañera. La Fundación Museo Armando Reverón publicó esos recuerdos bajo el título Reverón, amigo de un niño. Eyidio murió el 13 de mayo de 1996 en su casa del callejón de Macuto, frente al Castillete. Sus vecinos, que a diario visitaba, al notar su ausencia y percibir un fuerte olor, entraron a su casa y lo encontraron muerto. Se había quedado solo. Como sola se había quedado Juanita en el mismo momento del fallecimiento del artista. “Ya no me vienen a visitar los amigos de Armando”, me dijo ella en 1967. “Los amigos de Armando”. ¿Y de ella no eran amigos?. Bien, no haremos ningún comentario al respecto.
    Gio Ponti, el gran arquitecto italiano que visitó varias veces a Venezuela, conoció la obra del pintor en la casa de Armando Planchart como él mismo lo afirmó: “Donde Armando Planchart, protector de Reverón, vi la primera pintura reveroniana; él fue mi compañero en la emocionante visita a la casa de Reverón, que yo he ilustrado en DOMUS Nº 296. El cuadro que vi en la casa de Planchart me impresionó, pero no pregunté de qué escuela venía el pintor, sí quién era ese hombre. Ese pintor se me antoja como una especie de Quijote del pincel, transportado a las regiones alucinantes del Mar Caribe, respirando el vaho cálido que emana de las playas ardientes. El Castillete es un testimonio histórico, patético y dramático del pintor venezolano más grande de esta era”.


    Siete páginas, con excelentes fotografías de Grazziano Gasparini, y un croquis realizado por el mismo Gio Ponti, donde se puede apreciar la distribución de los diferentes espacios que existían en el Castillete, aparecieron en la revista DOMUS Nº 296, del mes de julio de 1954. Y en otro número (394) de DOMUS, al referirse a la casa de la familia Arreaza (hace años demolida) que estaba en el Country Club, Ponti declaró lo siguiente: “Estoy feliz porque La Diamantina tiene luz y sombra, porque su arquitectura es de espacios y no de volúmenes. Estoy feliz porque con ella encontré una vía para expresarme, porque pinté sus puertas, decoré y coloreé los techos, fabrique mi ventana decorativa y mi mobiliario, y colgué un hermoso Reverón, el pintor venezolano que tanto me gusta”.
    El pintor venezolano que tanto nos gusta, diríamos miles, quienes solicitamos la reconstrucción del Castillete y la intervención de su espacio anexo, que está en pie, y que es salvable. Existen tres documentales, el de Roberto Lucca, Edgar Anzola y el de Margot Benacerraf, así como una enorme cantidad de fotografías del Castillete, y además el croquis de Gio Ponti, que indudablemente servirían de guía para la reconstrucción de la casa-taller del pintor.
    Quizás ahora, luego del gran éxito de la exposición de Reverón en Nueva York, y del éxito, también, de esta película de Diego Rísquez, que ha despertado un enorme interés entre el público nacional y el de otros países, el Estado venezolano entienda que la reconstrucción del Castillete es una necesidad cultural. ”El Castillete –como lo dijo Gio Ponti– es un testimonio histórico, patético y dramático del pintor venezolano más grande de esta era”.
    Las gracias más cálidas, más auténticas, más conmovidas, al realizador de la película Reverón, a los actores y actrices, y a todo el equipo técnico, que nos permitieron volver a Reverón y a Juanita, a su mundo extraordinario, a su modo de ver la vida, a su modo de vivirla en conjunción con la naturaleza, con el arte y el amor.

GRACIAS.

miércoles, 27 de abril de 2011

EL DR. HECTOR ARTILES HUERTA Y ARMANDO REVERON

Napoleón Pisani Pardi



    En el instituto San Jorge, que era privado, y dirigido por el Dr. Báez Finol, el Dr. Artiles Huerta estuvo siempre muy cerca de Armando Reverón.

    En una de las tantas veces en que visité al pintor César Cignoni en su casa de Los Chorros, el Dr. Héctor Artiles Huerta, también asiduo visitante a esa casa, me obsequió su libro titulado Casos Clínicos. En una parte del prólogo de esta publicación, el Dr. Ibáñez Petersen dijo lo siguiente: “…estudia la vida de los pintores venezolanos y sus vicisitudes psíquicas; recalca de manera muy especial la historia clínica de Armando Reverón, ese venezolano que demostró su grandeza enmarcada en su penumbra mental. Sus desajustes fueron tratados por el Dr. Báez Finol, pero quien realmente estuvo cerca de Reverón durante sus horas difíciles y en el momento de su muerte fue Héctor Artiles. Mucho se ha escrito sobre ese genio de la pintura venezolana, enfoques críticos de su obra han llenado páginas pero quizás la persona más autorizada para evaluar su patografía es Artiles porque vivió más cerca su tragedia. Este libro descubre aspectos poco conocidos de Reverón”. Caracas, 22 de octubre de 1981.


    Pero en la segunda edición de Casos Clínicos, el Dr. Luis E. Fuentes Guerra, se refiere a este libro en estos términos: “La obra de Artiles atrae y convida, hasta al más profano, cuando se hojean sus páginas y se advierta, con verdadera sorpresa, la polícroma presencia del arte pictórico, expresado en cuadros de famosos pintores vernáculos: Armando Reverón, Humberto González, Bárbaro Rivas, Alberto Brandt, Luis Ordáz, Feliciano Carvallo y Alejandro Colina. Es que estos célebres artistas nuestros concurrieron como enfermos mentales a las salas hospitalarias de Instituciones Psiquiátricas donde Artiles prestaba sus servicios profesionales, especialmente en el Sanatorio San Jorge y en el Hospital Psiquiátrico de la ciudad de Caracas”. 10 de agosto de 1987. 

Bárbaro Rivas.
Autorretrato.

Feliciano Carvallo.
Sin título.














     El Dr. Artiles ingresó al Instituto San Jorge, como médico residente, en septiembre de 1947, y en 1948 ingresó al Hospital Psiquiátrico de Caracas, como adjunto. En el Instituto San Jorge, que era privado, y dirigido por el Dr. Báez Finol, el Dr. Artiles Huerta estuvo siempre muy cerca de Armando Reverón. En la casa de César Cignoni, con mucha frecuencia nos hablaba de su trato con el artista. En aquellas conversaciones, el psiquiatra nos demostraba su conocimiento acerca del arte, y eso le permitió valorar con certeza la obra de Reverón, lo que le permitió, asimismo, obtener las mayores y mejores herramientas para acercarse, como psicoterapeuta, a la personalidad clínica de Armando Reverón.
    “Reverón como hombre fue un genio, como paciente fue genial”. Nos dijo el Dr. Artiles. “Sus últimos cuadros los pintó en el Sanatorio, que estaba en la Avenida España de Catia. El pintaba cuando estaba en los momentos de mejoría”. Esto mismo lo aseguró muchas veces su médico tratante, el Dr. Báez Finol: “Reverón siempre pintó en sus monumentos de lucidez. Lo que se diga al margen, puede considerarse como una falta de conocimiento de su personalidad”: Algo parecido nos dijo en 1963 el Dr. Moisés Felmand, quien también se había interesado por estudiar la enfermedad mental del artista.

Miguel Otero Silva.

    El escritor Miguel Otero Silva, gran amigo y gran admirador de la obra del pintor, declaró en una ocasión lo siguiente: “Yo no niego los quebrantos se salud mental que le diagnosticaron los psiquiatras, pero cada vez que yo hablaba con él, su conversación era por demás lúcida y vibrante. Frente a los turistas, frente a quienes iban por simple curiosidad, Reverón utilizaba la teatralidad, exagerando todos sus movimientos y vocabularios. Esto no era más que un mecanismo de defensa de sus soledades, de no dejar invadirse, de no permitir preguntas impropias sobre su trabajo”.
    Los últimos cuadros de Reverón fueron realizados en el Sanatorio San Jorge, en Catia. Una de estas obras: El Patio del Sanatorio, se encuentra en la Galería de Arte Nacional, otras más, deben pertenecer a la hija del Dr. Báez Finol, la Dra. María José Báez Loreto. Según el psiquiatra Artiles Huerta, “días antes de morir, el artista había visitado el Museo de Bellas Artes, y luego el Nuevo Circo de Caracas, en compañía de su médico tratante, pues tenía en mente realizar una obra cuyo tema era una corrida de toros”. Reverón era amante de la fiesta brava. Allá en Macuto, en el Castillete, el pintor guardaba los cuernos de un toro, y había fabricado una montera y unas banderillas de utilería, para en algunas ocasiones ser usadas en aquellas famosas representaciones teatrales organizadas por el artista. Y cuando los integrantes del Círculo de Bellas Artes, a comienzo del siglo pasado, llevaron a cabo una novillada en el Circo Metropolitano con la finalidad de recaudar fondos en beneficio de esa agrupación artística, él único que se le arrimó al toro y dio unos buenos pases con el capote, fue Armando Reverón…


    Aquel cuadro que el artista pensaba realizar en el Nuevo Circo, no se pudo hacer, pues un día sábado del 18 de septiembre de 1954, y a las dos de la tarde, el pintor falleció a consecuencia de una hemorragia cerebral. Al día siguiente el féretro fue trasladado al Museo de Bellas Artes, donde el escultor Santiago Poletto le hizo una mascarilla a Reverón, quien un día antes, y de inmediato, hizo su entrada a la inmortalidad.

sábado, 16 de abril de 2011

ALGO MAS SOBRE ARMANDO REVERON

Napoleón Pisani Pardi

Reverón con dos de sus muñecas.

    Es realmente difícil, muy difícil, dejar de hablar de Armando Reverón, ese extraordinario personaje del arte nacional, que creó un mundo en su casa–taller a la medida de sus necesidades interiores, allá en Macuto, frente al mar, cuando él inició la construcción de su castillete “con una gran fiesta, un día domingo, donde algunos invitados: los amigos, relacionados y vecinos, el constructor Mr. Keller y sus obreros, empezaron a cavar hoyos para meter las columnas de araguaney y de vera, y fijarlas con cemento y piedras. A las 3, un descanso para almorzar con el siguiente menú: Sancocho de pescado, hallaquitas, caraotas, carne frita, guasacaca indígena, plátano frito, pescado frito, arroz blanco, tortilla, papas rellenas, pan isleño, helados, brandy, vinos, ron, ponche crema, aguardiente de caña, café y chocolates. Y en la noche fuegos artificiales y música, terminando con un paseo de luna”. Esto es una parte de la descripción que el propio Reverón hizo del levantamiento del castillete, y que fue publicado por Alfredo Boulton en su libro titulado Armando Reverón. Esto de finalizar el primer día de trabajo con fuegos artificiales y un paseo de luna, sólo se le puede ocurrir a un verdadero artista, o a un gran poeta, o a un maravilloso y espectacular ilusionista fuera de serie. Buen comienzo en la construcción de una arquitectura que tanta importancia tuvo para el arte nacional.
    Este determinante y obsesivo espacio estético, tan ajustado a una forma de existencia muy próxima a la representación teatral, ya no existe, fue destruido por la furia de las aguas a finales del siglo pasado. Hoy ese lugar sólo da tristeza y vergüenza, y reclama la atención de todas las instituciones culturales del Estado.

Lo poco que quedó del
Castillete.

El anexo del Castillete, el
cual puede ser recuperado.











     Somos muchos los que solicitamos la reconstrucción del castillete y la intervención de su espacio anexo, que está en pie, y que es salvable. Y si eso se logra, no quedaría más remedio que producir una magnífica fulguración de fuegos artificiales que luego terminaría con un poético y delicioso paseo lunar…

Autorretrato en piedra de Reverón

    Cuando en el año de 1943 muere Dolores Travieso, la madre de Reverón, él, con la ayuda de otras personas, transportó una enorme piedra desde la playa que está frente al Cementerio de La Guaira, y fue colocada en la tumba de su madre. Y luego, bajo el sol inclemente, comenzó a esculpir su autorretrato y la siguiente inscripción: Dolores T. Reverón. Recuerdo de sus hijos Armando y Juanita. Enero 2 – 1943. Alrededor de la tumba el artista colocó, también, bancos de piedra. Hace más de cuarenta años que no vamos a ese lugar. No sabemos si el deslave arrastró con todos esos elementos de piedra. No lo sabemos. Pero aquella acción del pintor–escultor, nos habla de su originalidad, cualidad constante y sobresaliente de su personalidad.

Piedra colocada por Reverón en la
tumba de su madre, Dolores Travieso.

    Las piedras, con su simbolismo ancestral, fueron de mucha importancia en gran parte de la vida del artista, como también para el psicólogo suizo Carl Gustav Jung, que en el jardín de su casa construyó un magnífico torreón. “Tuve que reproducir en la piedra mis ideas más íntimas”. Y el artista popular y arquitecto por la gracia de Dios, Juan Félix Sánchez, guiado por las potencias mágicas de estas materias, edificó, allá en Mérida, sus capillas de piedras. Como otro tanto hizo Gaudí en Barcelona, España, en el Parque Güel y otras arquitecturas más.

Reverón le pertenece al pueblo

    El pintor Eyidio Moscoso, que vivía al frente de la casa de Reverón, desde niño lo conoció y admiró y se acercó a él y a Juanita, y años después, ya adulto, empezó a escribir lo que recordaba de Reverón y de su compañera. La Fundación Museo Armando Reverón publicó esos recuerdos bajo el título de Reverón, Amigo de un Niño. De allí tomo este pequeño texto: “El conocer la obra y la existencia de Armando Reverón, levantaría en sumo grado el gentilicio de muchos venezolanos. Puesto que se sentirían emparentados con un personaje inmortal de su misma estirpe y altura social”. Este libro de Eyidio Moscoso fue publicado luego de su muerte, ocurrida el 13 de mayo de 1996, en su casa frente al castillete.
    Desde el primer momento en que Reverón y Juanita se instalan en Macuto, surgió una relación afectuosa con la comunidad. Fue decisiva la participación del vecindario en muchas de las actividades que se realizaban en la casa del artista. Albañiles, maestros de obra, costureras y modelos para sus dibujos y pinturas, estaban siempre dispuestos a colaborar con Reverón y a presenciar sus representaciones teatrales en aquel ambiente tan propicio para tales actos. El, a través de ese comportamiento particular y repetitivo, logró llevar a cabo una obra extraordinaria y única en las artes plásticas del país. El pintor encontró en aquel lugar las condiciones necesarias para realizar una obra de acorde a sus necesidades interiores.

El poeta Vicente Gerbasi

    Dentro de aquella instalación artística, Reverón recibía las visitas de sus verdaderos amigos, como Armando Planchart, Manuel Cabré, Victoriano de Los Ríos, Alfredo Boulton, Juan Liscano, Miguel Otero Silva, Margot Benacerraf, Edgar Anzola, Roberto Lucca, Mary Pérez Matos, Julián Padrón, Vicente Gerbasi, Bernardo Monsanto, Luisa Phelps, Alirio Oramas, y otros más. Pero, asimismo, fue visitado por algunos turistas extranjeros, y personas que vivían en Caracas y en otros lugares del país, que lo iban a ver por simple curiosidad, o para llevarse como “souvenir”, y a precio de ganga, una obrita del pintor, pero también nunca dejaron de ir al castillete quienes iban a divertirse con “las rarezas del loco Reverón”, pues tomaban al artista como si fuera un personaje de circo.

Tres amigos de Reverón

    Marcos Cadi, el artista popular que vivía en El Cojo, cerca de Las Quince Letras, el que hacía figuras de santos inventados, el viejo con cara de profeta, el larguirucho personaje que hablaba en parábolas, amigo de Armando Reverón, nos dijo en una oportunidad que el pintor le había confesado que Juanita era una santa, una santa que había encontrado para ayudarlo a realizar su obra, y que él, después de muchos años de vivir con ella, había comprendido la razón de aquella unión.
    “Pinto porque esa es mi vida y no puedo evitarlo”, le dijo Reverón al escritor Jean Nouel en el Centro Venezolano Americano en 1951, cuando allí se realizó una exposición de 55 obras del artista, que fue organizada en su homenaje por Elisa Elvira Zuloaga. “Yo no vendo nada”, agregó el pintor, y luego le comenzó a decir varias cosas acerca del mar, de las vegetaciones de la costa, de sus habitantes, y de cómo se prepara el carite en escabeche, y el sancocho de pescado, con plátano verde, yuca, ocumo y apio, y cuál era el mejor casabe… Así era Reverón, quien también era capaz de analizar plásticamente las obras de los artistas de vanguardia, como lo afirmó Juan Liscano:
“Me consta que entendía a cabalidad las expresiones plásticas más avanzadas de su tiempo, como pude comprobarlo en reiteradas conversaciones con él en un estudio que yo tenía, de “Piedra a Venado”, donde él solía pasar la noche cuando se quedaba en Caracas. Recuerdo una noche en que me estuvo explicando, desde un punto de vista plástico y psicológico, cuadros de Miró, Paul Klee y Tanguy. Quien lo hubiera oído hablar en aquella oportunidad, lo hubiera tomado por un pintor de esas búsquedas”. Así también era Reverón.

sábado, 26 de marzo de 2011

ARMANDO REVERON

Napoleón Pisani Pardi

Silvestre Chacón, Armando Reverón. Asociación Venezolana
de Artistas Plásticos, AVAP, Caracas.

    En 1953, trece años después de haberse creado el Salón Anual de Arte Venezolano, y poco antes de morir, se le otorga el Premio Nacional de Pintura, además de los Premios John Boulton y el Federico Brandt. Como para aliviar conciencias y Armando no se fuera “liso” para el cielo.

    El diez y nueve de Julio de 1889, el niño Armando Julio Reverón Travieso, que había nacido el 10 de mayo de ese mismo año, fue bautizado en la iglesia de la Parroquia Santa Rosalía. Fueron sus padrinos el general Raimundo Fonseca [1] y la señora Josefina Rivas de Alfonso.
    Varios años después, aquel niño se convertiría en pintor, en “un gran post-impresionista”, como lo dijo Alfredo Boulton, pero que nada le debía a quienes años antes, en el taller de Nadar, en París, se habían agrupado para exhibir sus pinturas, que tanto escándalo llegaron a producir en una colectividad todavía seducida por las realizaciones de los artistas neoclásicos.

Alfredo Boulton. Colección
de la Fundación Boulton.

    El impresionismo de Reverón es venezolano. Las formas, los colores, las luminosidades, la soltura gestual que utiliza durante todo el proceso de creación de su pintura, son invenciones suyas, como de él es su necesidad de crear una instalación que lo envuelva, lo proteja, y sea, además, un determinante y obsesivo espacio estético, tan ajustado a una forma de existencia muy próxima a la representación teatral.
    El Castillete fue el resultado de un trabajo espontáneo que se prolongó por más de veinte años. Se construyó lentamente y en armónica comunicación con el proceso creador del artista. Ese sincretismo se evidenciaba claramente al terminar de fabricar una muñeca, o cualesquiera de sus objetos imprescindibles y necesarios para ocupar un espacio en aquella instalación que crecía, que era viva, y producía la gran unidad, unidad que se multiplicaba constantemente en cada acto creador que, a favor de lo estrictamente indispensable y coherente, eliminaba lo que era artificial.
    Dentro de aquella arquitectura de piedra, allá en macuto, muy cerca del mar, Reverón llevó a cabo su extraordinario trabajo como artista plástico, que se manifestaba al ritmo de sus necesidades anímicas que lo inducían a ser algunas veces impresionista, expresionista, gestual, y a reivindicar al objeto de uso utilitario, en el acto maravilloso de convertirlo en obra de arte, como más tarde lo hicieron algunos artistas estadounidenses.

Objetos y muñecas realizados
por Armando Reverón.
Jaula con figuras de
pájaros.











Gio Ponti descubre a Reverón

    Gio Ponti [2], el gran arquitecto italiano que a comienzos de los años cincuenta visitó varias veces a Venezuela, conoció la pintura de Reverón en la casa de Armando Planchart, como él mismo lo dijo en un artículo publicado en la revista DOMUS, número 303, del mes de febrero de 1955: “Donde Armando Planchart, protector de Reverón, vi la primera pintura reveroniana; él fue mi compañero en la emocionante visita a la casa de Reverón, que yo he ilustrado en DOMUS número 296”.
    Ese texto, publicado en julio de 1954, tiene siete páginas, con excelentes fotografías de Grazziano Gasparini, y un croquis realizado por el mismo Gio Ponti, donde se puede apreciar la distribución de los diferentes espacios que existían en el Castillete de Reverón. La revista DOMUS, editada en Italia, y de gran circulación internacional, es, quizás, una de las revistas de mayor importancia dedicadas al arte y la arquitectura mundial. Así que ese artículo acerca de Reverón es, y no creo equivocarme, el más trascendental que se le hizo en vida al pintor venezolano.
  
El arquitecto italiano
Gio Ponti.

    En otro número (349) de la misma revista DOMUS, Gio Ponti declaró lo siguiente: “Déjenme decir de una vez que Diamantina viene a ser el nombre de la casa, debido al patrón en forma de diamante que cubre sus paredes, que estoy feliz de haber construido, porque La Diamantina, con su gran techo colgante, azul de la parte de abajo, es como una casa bajo un ala. Como una casa protegida por una enorme, ligera y trémula ala de mariposa. Vista desde arriba luce como sentada en un prado. Era así como la quería. Estoy feliz porque La Diamantina tiene luz y sombra, porque su arquitectura es de espacios y no de volúmenes. Estoy feliz porque con ella encontré una vía para expresarme, porque pinté sus puertas, decoré y coloreé los techos, fabriqué mi ventana decorativa y mi mobiliario, y colgué un hermoso Reverón, el pintor venezolano que tanto me gusta”.
    Ponti fue un enamorado de Venezuela, como se puede constatar a través de los diferentes artículos aparecidos en la revista que él dirigía: La casa de Villanueva. El Pabellón de Venezuela en la Bienal de Venecia. El Teatro del Este. El modelo de la Villa Planchart. El coraje de Venezuela y El Museo de Arte Moderno en Caracas, de Oscar Niemeyer, fueron algunos de los artículos publicados en DOMUS.

La Villa Planchart, Caracas.

Llegada de Reverón a La Guaira

    En 1918, Armando Reverón se hospeda en la Escuela Santos Michelena, que estaba ubicada muy cerca de la iglesia San Pedro Apóstol y allí dio clases como profesor de dibujo por un tiempo breve, pues el director del plantel, Rondón Márquez, que era su amigo, contrae la gripe española y muere. Reverón también se contagia de esa enfermedad, pero se salva gracias a una “terapia” muy particular, la cual consistía en trotar durante largo rato y luego, todo sudoroso, bañarse con agua fría… Después de aquella dramática experiencia, el pintor decide establecerse en casa de su madre Dolores Travieso, que vivía de Pilita a Mamey 101, en Caracas, acompañado por Juanita Mota, quien poco antes había conocido en unas fiestas de carnaval en Maiquetía. Ella habría de ser su compañera por el resto de su vida.
    Tres artistas, uno venezolano, Emilio Boggio, y dos extranjeros, Nicolás Ferdinandov, ruso, y Samys Mützner, rumano, tendrían cierta influencia en la obra y en el comportamiento personal de Reverón. También del español Zuloaga, tomaría esos misteriosos y maravillosos fondos que se manifiestan en “La Cueva” que es una de las obras magistrales del arte venezolano.

Nicolás Ferdinandov.
Emilio Boggio.












    Pero aquel encartamiento que le producía las obras de esos creadores, se fue diluyendo en el tiempo, de la misma manera como luego Reverón diluía todos los elementos que integran el paisaje, en aquellos espacios de sus telas donde la luz del sol encandila y destruye los contornos. Durante ese período que corresponde a su época blanca, Reverón se tapaba los oídos con gruesos tapones recubiertos de tela. Quizás, al opacar los sonidos del exterior, lograba hipersensibilizar la calidad de su visión, para así mejor explorar la vibración lumínica que sólo percibía a través del color blanco.

En algunas ocasiones, Reverón se
tapaba los oídos al disponerse a pintar.

    Eso sucedía dentro de lo que fue una fantástica instalación artística, en la que la piedra era un elemento fundamental que crecía, se alzaba, cuando se hacía necesario aislarse y proteger aquel mundo que aglutinaba pinturas, muñecas, parasoles, caballetes, máscaras, sudarios, santos, campanas, hilos de alambre, instrumentos musicales ausentes de sonoridad, pero no de poesía, estructuras de bambú, taburetes, marcos, aves, monos, abanicos, banderillas, y a Reverón y a Juanita, por supuesto.
    Al morir Reverón, aquella ingeniosa instalación perdió su encanto. Siendo niño, y en compañía de mi padre, algo de lo extraordinario de ese espacio delirante pude apreciar, cuando visitamos al pintor en su fortaleza de piedras. Años después iba con frecuencia a conversar con Juanita, a la que en una oportunidad, y con motivo de estar organizando una exposición de artistas populares del litoral central en la Biblioteca José Maria Vargas de Macuto, en 1967, la invité a participar, con unos dibujos suyos, en esa colectiva. También, en una de esas visitas, le hice una entrevista que años más tarde publiqué en la revista KENA de la Cadena Capriles. Lo que sigue, es una pequeña parte de esa entrevista: “Yo nunca había sentido una cosa tan bonita como esa noche en que conocí a Armando. El se parecía a uno de esos artistas de cine. El era muy buenmozo y muy elegante, no como se puso cuando nos mudamos para acá. Acá apenas se vestía. Eso hizo que mucha gente lo confundiera con un loco. Si señor, aquella noche a él le brillaban los ojos como dos luceros, pues no vaya a creer, yo era entonces una muchacha bonita, bonita y delgadita, no como ahora que estoy gorda y vieja. Tienes manos de virgen, me dijo Armando, y carita de ángel asustado”.

Juanita, en 1925.

El Concejal Gallegos Mancera
propone salvar el Castillete de Reverón

    Cuatro años después del fallecimiento de Reverón, el Dr. Eduardo Gallegos Mancera, integrante de la Comisión de Cultura Popular del Concejo Municipal de Caracas, junto con los concejales Alfredo Lafée y Alfredo Rodríguez Amengual, se entrevistaron con el Ministro de Obras Públicas, con la finalidad de solicitar su intervención para garantizar la conservación del Castillete de Macuto. Esa determinación de los ediles se debió a una información aparecida en la prensa nacional, donde se denunciaba el deplorable estado de la casa taller del gran artista venezolano.
    El concejal Eduardo Gallegos Mancera, miembro del Partido Comunista de Venezuela, declaró lo siguiente a la prensa acerca de esa situación: “Con anterioridad nos habíamos enterado que el MOP ejecutaba trabajos en Las Quince Letras, jurisdicción de Macuto. Estos trabajos ponían en peligro la casa del pintor, y en consecuencia, tomando en cuenta la importancia que para el patrimonio cultural del país tendría la preservación del Castillete de Macuto, los concejales propusimos al Cuerpo la intervención en el asunto. Nosotros deseamos que la vivienda del pintor sea convertida en pequeño museo que mantenga vivo el recuerdo del artista en la memoria de las generaciones venideras.

Eduardo Gallegos Mancera.

    Además de la entrevista con el Ministro de Obras Públicas, la misma Comisión de Cultura Popular tratará con el Ministro de Educación y con los familiares de Reverón, la posibilidad de instalar el museo.
    Nosotros pensamos en los materiales endebles de la casa. Sin embargo, suponemos que en caso de organizar el museo, se procederá a la refacción de los techos y paredes”. El Nacional, 31 de julio de 1958. Dieciséis años después de aquella proposición de los concejales de crear el Museo donde se mantuviera viva la memoria del artista, es que se viene a inaugurar el Museo Armando Reverón. Juanita había fallecido dos años antes de ese importante acontecimiento histórico.
    El Castillete ya no existe, fue destruido por el deslave del 16 de diciembre de 1999. A casi 12 años de esa tragedia en el Estado Vargas, todavía no se sabe qué va a pasar con el espacio donde estaba el Museo Armando Reverón.

Ruinas de lo que era la entrada al Museo Armando Reverón,
en Macuto.

La fatalidad persigue al Castillete

    “Desde el mismo instante de su creación – decíamos en un artículo publicado en el Suplemento Cultural de Ultimas Noticias, con fecha 22 de abril de 1978 –, este museo ha tenido una suerte fatal. Pareciera que los diabólicos duendes que le arrebataron la razón al antiguo habitante del Castillete, continúan rondando cada parte del mundo fabuloso que nos dejara Reverón”.
    Durante los cuatro años y medio que permaneció Alirio Oramas al frente de esta institución cultural, no encontró el apoyo suficiente del INCIBA, luego CONAC, para llevar a cabo una mejor organización y proyección de este lugar tan venerado por todos los reveronianos del país. Como si esto no fuera suficiente, un incendio, sucedido el 31 de diciembre de 1977, destruyó una gran parte del Castillete. El fuego, la desidia, la burocracia y la demagogia, fueron, y siguen siendo, enemigos del viejo maestro de la luz. Como también lo fueron los bribones que no le cancelaron las pinturas que se llevaban bajo la promesa de pagarlas “otro día”. Y otros más que lo iban a visitar los fines de semana, para verlo como si él fuera un personaje de circo.
    “Una respetable autoridad”. Así llamó a Reverón el crítico francés Gastón Diehl, quien conoció la obra del pintor al poco tiempo de llegar al país. Diehl vivió varios años en Venezuela, y fue él quien motivó a Margot Benacerraf para que le hiciera una película documental a Reverón en 1951.

Gastón Diehl.
Margot Benacerraf.












    En vida de Reverón se le hicieron tres documentales, sus autores fueron Roberto Lucca, Edgar Anzola y Margot Benacerraf. También se escribieron una gran cantidad de artículos de prensa sobre él, y Alfredo Boulton, Victoriano de Los Rios, Grazziano Gasparini, Ricardo Razetti, y otros más, le tomaron excelentes fotografías. Todo esto demuestra que existía una certera valoración de su obra por parte del sector cultural ¿Entonces por qué se esperó tanto tiempo para darle el Premio Nacional de Pintura?
    En 1940 se crea el Salón Oficial Anual de Arte Venezolano, en aquella ocasión Marcos Castillo y Francisco Narváez, obtienen, merecidamente, no hay duda, los primeros premios de pintura y escultura, respectivamente. En 1953, trece años después de esa ocasión, y poco antes de morir, se le otorga a Reverón el Premio nacional de Pintura, además de los Premios John Boulton y el Federico Brandt. Como para aliviar conciencias y Armando no se fuera “liso” para el cielo.

Armando Reverón, Desnudo Acostado.

    Algunos coleccionistas y el mercado del arte, quizás, se pusieron las pilas e influyeron para darle estos tres premios al pintor poco antes de morir, y de esta manera valorar, en términos monetarios, una obra que desde hacía ya muchos años, tenía un inmenso valor artístico, y que no necesitaba ser validada a través de un premio otorgado, de manera tardía, en un Salón de Arte Nacional.
    Armando Reverón murió el 18 de septiembre de 1954, y las exequias se llevaron a cabo al día siguiente en el Museo de Bellas Artes de Caracas. En aquella ocasión, el periodista Manuel Trujillo, del diario Ultimas Noticias, realizó un reportaje sobre aquel triste acontecimiento, que fue publicado el día lunes 20 de septiembre en el diario ya mencionado. El periodista entrevistó a varios amigos de Reverón que se encontraban en los funerales del artista, los cuales declararon lo siguiente: Gastón Diehl: “Reverón constituye no sólo un gran pintor nacional, sino una de las grandes figuras de la América del Sur. Sugiero abrir una suscripción en gran escala para convertir la casa de Reverón en un Museo”. Marcos Castillo: “Opino que deben convertir en un pequeño Museo al igual que hicieron con la casa del Greco en Toledo. Quiero añadir que Juanita ha sido una admirable y abnegada compañera de Reverón”. Héctor Poleo: “Muy difícil expresar con palabras la magnitud de la obra de Reverón”. Carlos Otero, Director para entonces del Museo de Bellas Artes de Caracas: “Como pintor considero a Reverón uno de los más sinceros, y como hombre con un corazón muy noble. Yo fui compañero de Reverón desde sus inicios en la pintura. Desde joven Reverón dio muestras de ser muy sensible, nervioso, agitado. Tenía sus alzas y sus bajas en ese sentido. Luego se fue a Macuto y construyó su casa encerrándose en ella”.

El cortejo fúnebre sale del Museo de Bellas Artes,
hacia el Cementerio General del Sur.
19 de septiembre de 1954.

    Manuel Trujillo terminó su reportaje diciendo esto: “A las cuatro de la tarde en punto, acompañado de sus compañeros pintores y de numero público, el cadáver de Reverón fue conducido a su tumba. Detrás, rodeada de damas, iba Juanita mirando el féretro del gran pintor con el cual compartió la mayor parte de su existencia. Juanita se quedaba sola”.

    [1] El general Raimundo Fonseca (1844 – 1921) fue candidato a la Presidencia de la República, en las elecciones de 1889, que fueron ganadas por Raimundo Andueza Palacios. También fue el primero en conducir un automóvil desde La Guaira a Caracas, el 4 de febrero de 1912, por la llamada carretera nueva, mandada a construir por el Presidente Carlos Soublette. Raimundo Fonseca era dueño de tres grandes haciendas de cacao en la costa de Ocumare: Hacienda La Fundación, Hacienda Pueblo Nuevo y Hacienda Las Monjas. Esta última se llamaba así, pues había pertenecido a las Reverendas Monjas Concepciones de Caracas. Este general fue, asimismo, una de las primeras personas en construir una casa en El Paraíso, a prueba de temblores, luego del terremoto de 1900.
    En El Cojo Ilustrado N° 226, del 15 de mayo de 1901, aparece un artículo, ilustrado con fotografías, acerca de las casas, a prueba de temblores, que el Dr. Alberto Smith estaba construyendo en El Paraíso. Una de esas casas era del señor Carlos Zuloaga, que fue destruida por un rayo en la madrugada del 10 de septiembre de 1908. “El arte nacional sufrió grandes pérdidas en esta catástrofe – dice una nota publicada el 15 de septiembre de 1908 en El Cojo Ilustrado N° 402 –. El señor Zuloaga poseía en su galería de pinturas y telas notables de Cristóbal Rojas,… de Arturo Michelena,… de Tovar y Tovar, de Herrera Toro, de Mauri, etc., y de muchos artistas extranjeros”. Una de las personas entrevistadas por Ignacia Fombona de Certad, que aparece en su libro Armando Zuloaga Blanco, Voces de una Caracas patricia, dice lo siguiente: “¡Ah! mira, mi mamá siempre nos contaba que el incendio de la casa del Paraíso, de su papá, Carlos Zuloaga, había sido una tragedia, no solamente para ellos, sino para el arte en Venezuela, porque Carlos Zuloaga era un mecenas… El techo del salón era una obra de arte, porque Martín Tovar y Tovar había hecho el boceto del techo del Salón Elíptico en el salón de esa casa, La Batalla de Carabobo, era el boceto del techo de la casa”.
    [2] Gio Ponti nació en Milán el 18 de noviembre de 1891. Se graduó en 1921. En 1928 funda la Revista DOMUS, y luego la Revista Stile, una publicación parecida en contenido a DOMUS. Algunas de sus realizaciones son: La Torre Pirelli y el Palacio Montecatine, ambas en Milán, en caracas llevó a cabo tres proyectos para viviendas particulares, una en el Country Club, para la familia Arreaza, que Ponti llamó La Diamantina, que hace varios años fue derribada, y La Villa Planchart, 1957, situada en la Urbanización Colinas de San Román. La tercera casa no vale la pena mencionarla con detalles, pues ha sido intervenida en diferentes ocasiones, por lo tanto perdió, afirmamos, la autenticidad de su diseño original. Es decir, ya dejó de ser una obra arquitectónica que ejemplarice las realizaciones tan personales de Gio Ponti.
    En el año 2007 vino a Caracas el cineasta Rubino Rubini, con la finalidad de hacer un documental sobre La Villa Planchart, donde incluiría las historias poco conocidas acerca de la construcción de la casa, así como los detalles de diseño y el valor artesanal que existe en cada rincón de esa arquitectura.
    Gio Ponti murió en Italia, el 18 de septiembre de 1979.

FOTOS ANEXAS

Un aspecto del Castillete de Reverón.

Reverón a los
21 años.
Foto tomada al artista,
pocos días antes de morir.













Armando Reverón,
La Cueva.
Armando Reverón,
Figura bajo un uvero.
 









  
Juanita y Armando Reverón.